Nada como un buen caldito para acabar el día con alegría, ¿verdad? Algo así debió pensar el inventor de la sopa, si es que hubo alguien con tanta lucidez. Lo cierto es que hay multitud de formas de tomarse uno de esos alimentos vitales para el funcionamiento del intestino, ya que pueden ir acompañadas tanto de carne como de verdura, y es una comida fantástica para nuestra digestión.
¿No lo sabías? Pues aún hay más: hay evidencias científicas de que la sopa caliente adelgaza más que si está fría, y la razón es mucho más natural de lo que piensas a nivel intestinal.
Aunque es cierto que el sol va pegando fuerte, no hay nada como una buena sopa para recargar energías en busca de los mejores nutrientes. Eso lo sabe nuestro sistema digestivo.
La importancia de la saciedad de la sopa para el intestino
Pues bien, lo cierto es que según un estudio publicado en la revista Appetite, las personas que toman una sopa baja en calorías (130-170) como primer plato, consumen un 20% de calorías menos en esa comida.
¿A qué se debe esta cuestión? Pues a que la sopa es capaz de llenar el estomago de líquido hipocalórico, reduciendo el apetito de otras comidas con esa afección en el intestino.

En otras palabras: si tomas una sopa antes de un plato fuerte, seguramente tenga menos hambre a la hora de abordarlo por derecho. Así que tenlo en cuenta para futuras ocasiones.
Se debe más al agua, normalmente, que a los alimentos que complementen la sopa. Si te das cuenta, tomar sopa ya es un acto lento que tiene sus efectos sobre nuestro intestino.
No es comparable a nivel digestivo o intestinal los zumos y batidos de fruta o verdura, que suelen tomarse rápido, esto sólo atañe a las sopas del planeta.
En Authority Nutrition, revista especializada sobre nutrición, se afirma que la gente que come a un ritmo rápido es un 115% más propensa a ser obesa que quienes comen de forma calmada.
¿Por qué nos sienta mejor en el intestino una sopa caliente que una fría?
Técnicamente la sopa se puede tomar de muchas maneras, con muchos tipos de carnes o verduras, pero lo cierto es que el caldo entra mejor caliente en el intestino por una razón.
Y ese motivo es que facilita el proceso de digestión de la propia comida, algo que no pasa si nos la tomamos fría, aunque no por ello deja de ser recomendable, por supuesto.
Para más señas, el experto afirma que el estómago está a 37º de temperatura, por lo que los alimentos deben calentarse previamente, retardando el vacío del órgano al intestino delgado.
Si se toman fríos, por el contrario, el estómago deberá dedicarle un tiempo a calentar esa comida, por lo que nuestro intestino es una especie de microondas.