Los expertos aseguran que el síndrome de Asperger «define al autismo cuando no se acompaña de discapacidad intelectual ni de dificultades significativas de lenguaje en sus aspectos formales». Actualmente han sido varias las organizaciones que han solicitado que este síndrome sea una discapacidad psicosocial.
Por tanto, el síndrome de Asperger forma parte del TEA (trastorno del espectro del autismo) y las personas que en su día recibieron dicho diagnóstico comparten las características nucleares de la condición: dificultades en la comunicación social y en la flexibilidad de pensamiento y comportamiento. Sin embargo, tienen un lenguaje fluido y una capacidad intelectual media e incluso superior a la media de la población.
Las personas con Asperger solicitan que su síndrome sea una discapacidad psicosocial
Desde la Confederación Asperger España (Confae), Rafael Jorreto, su presidente, ha asegurado que las personas con asperger se sienten «marginadas en las políticas sociales, educativas y sanitarias del Estado» en nuestro país».
La categoría de síndrome de Asperger apareció en 1993 en la clasificación internacional de las enfermedades y desapareció en 2013, pues se comprobó que había «cierto solapamiento» con el autismo. Desde esa fecha se ha hablado de la condición como una entidad «más amplia, como un espectro en el que caben personas con capacidades, intereses y necesidades de apoyo muy distintas». Es por ello por lo que, a pesar de que ya no existe esta categoría clínica, el síndrome de Asperger «sigue generando un sentimiento de identidad y de seguridad para aquellos que, hasta 2013, recibieron dicho diagnóstico».
Los expertos aseguran que las personas que tienen asperger suelen tener una capacidad intelectual media e incluso superior a la media. Eso sí, les resulta difícil reconocer y comprender las reglas sociales no escritas. Ahora, reclaman que se les reconozca oficialmente su discapacidad psicosocial, para garantizar su acceso al empleo público y a mejores condiciones de vida en todos los ámbitos.
Asperger, una discapacidad invisible que sigue pidiendo a gritos la inclusión social
El síndrome de Asperger es un trastorno del neurodesarrollo caracterizado por dificultades sociales y comunicativas y la rigidez de pensamiento y comportamiento de las personas que lo presentan, entre 3 y 5 por cada 1.000 nacidos vivos según la Confederación Asperger España.
En 1994, este síndrome fue incluido en la cuarta edición del Manual Estadístico de Diagnóstico de Trastornos Mentales (DSM-IV) -la biblia de diagnóstico de la Psicología-. Sin embargo, en el DSM-5 de 2013 -la edición vigente ahora mismo- el diagnóstico como síndrome de Asperger desaparece y se engloba dentro de los Trastornos del Espectro del Autismo (TEA).
Las investigaciones concluyen que síndrome de Asperger y TEA sin discapacidad intelectual son lo mismo, la diferencia es solo una cuestión de severidad de los síntomas. A día de hoy en los manuales diagnósticos solo hay un nombre: Trastornos del Espectro del Autismo al que se añaden “apellidos” si presentan otros problemas asociados, como la discapacidad intelectual o un trastorno del lenguaje. En la comunidad de asperger eso no ha sentado muy bien porque sienten que han perdido su especificidad”, explica Rubén Palomo, investigador del Departamento de Psicología Experimental, Procesos Cognitivos y Logopedia de la UCM.