El pasado 6 de octubre se conmemoró el Día Mundial de la Parálisis Cerebral, para el que en 2023 ASPACE ha lanzado la campaña #HeNacidoParaVivirLaVida, que se centra en la atención temprana de esta enfermedad. En este caso, se centra en cómo debería ofrecerse a menores y familias la parálisis cerebral desde el diagnóstico hasta la coordinación con el siguiente servicio.
Si hablamos del ratio al que afecta la parálisis cerebral, aproximadamente, es a uno de cada 500 niños a nivel mundial, mientras que, en España, son más de 120.000 quienes la padecen; unos datos que sitúan a esta enfermedad como uno de los trastornos neurológicos que generan discapacidad con mayor asiduidad en la infancia.
Aunque los signos y síntomas de la parálisis cerebral infantil pueden variar de una persona a otra, éstos suelen ser tratables desde cuatro áreas básicas como la fisioterapia, logopedia, apoyo educativo y terapia ocupacional y, por ello, con motivo del Día Mundial de la Parálisis Cerebral, que se celebra cada 6 de octubre, desde anda CONMIGO, centros especializados en retraso madurativo para menores de entre 0 y 14 años, explican en qué consiste esta enfermedad, cuáles son sus principales signos de alerta y cuáles son los tratamientos o terapias llevadas a cabo con estos menores.
LA PARÁLISIS CEREBRAL INFANTIL
«La parálisis cerebral infantil describe un grupo de desórdenes del desarrollo de movimiento y postura, que causan limitación de la actividad y de la independencia. Este trastorno va asociado a perturbaciones no progresivas que ocurren en el desarrollo fetal o en el cerebro del niño, ya que, aunque en muchas ocasiones se origina antes de que éste nazca, también puede ocurrir al nacer o en la primera infancia, debido a diversos problemas como mutaciones genéticas, infecciones maternas, accidentes cerebrovasculares fetales, lesiones traumáticas en la cabeza del bebé o sangrados dentro del cerebro en el útero o al nacer», explica Irene Rodríguez, directora terapéutica y psicóloga del centro anda CONMiGO Boadilla del Monte.
Los síntomas de la parálisis cerebral usualmente se muestran antes de que el niño alcance los tres años de edad, manifestándose a través de retrasos en el desarrollo en aspectos como girar, sentarse, gatear, sonreír o caminar. De esta forma, a la hora de detectar este trastorno neurológico, se deberán tener en cuenta las dificultades en el movimiento o las alteraciones sensoriales, del comportamiento, de personalidad, cognitivas o comunicativas; aunque el nivel de afección dependerá del alcance del daño cerebral, ya que esta enfermedad puede presentar grados de discapacidad muy diferentes, incidiendo de forma leve o presentando un grado de dependencia más grave.
Por su parte, una de las manifestaciones cognitivas más comunes que los niños muestran al padecer parálisis cerebral son los trastornos del habla y el lenguaje, presentes en más de un tercio de los menores que sufren esta enfermedad, que supone que tengan una dificultad para formar palabras y hablar claramente, mientras que, por otro lado, también pueden presentar problemas de aprendizaje, con dificultades de atención, concentración, memorización o en el control de impulsos, así como discapacidad intelectual.
En lo que a las manifestaciones sensoriales se refiere, destacan problemas en la visión como el estrabismo, una de las principales patologías que presentan estos niños; en la audición, llegando a desarrollar hipoacusia; o en la percepción espacial, siendo menores que encuentran dificultad para relacionar el espacio con su cuerpo.
“La discapacidad en la parálisis cerebral viene marcada por el resultado de diferentes déficits primarios, como la combinación de espasticidad, distonía, contracturas musculares, debilidad, habilidades de control motor, fuerzas biomecánicas anormales, deformidades óseas y cambios en el entorno físico y psicológico. Además, pueden aparecer problemas oromotores, desórdenes del habla y del lenguaje, afectación de la función cognitiva, deterioro oftalmológico y auditivo, epilepsia o trastornos del comportamiento”, detalla Irene Rodríguez.
TIPOS DE PARÁLISIS CEREBRAL
El tipo más frecuente de parálisis cerebral infantil es la congénita, presente hasta en el 85-90% de los casos, que se produce antes o durante el parto. Sin embargo, cuando el daño cerebral ocurre después, se denomina parálisis infantil adquirida, relacionándose a menudo con infecciones como la meningitis o lesiones en la cabeza.
No obstante, según señala la directora terapéutica y psicóloga del centro anda CONMiGO Boadilla del Monte, «cuando se basa en la naturaleza del desorden de movimiento principal, encontramos la parálisis cerebral espástica, la más común, que afecta a un 70-80% de los pacientes y se caracteriza por un aumento del tono muscular y la rigidez en los músculos; la discinética, que implica movimientos lentos y abruptos que les dificulta estar sentados o caminar; la atáxica, que afecta al equilibrio y a la coordinación; y la mixta, en la que el niño presenta síntomas de más de uno de estos tipos de parálisis, ya que el cerebro presenta lesiones en varias de sus estructuras».
CÓMO TRABAJAR CON NIÑOS CON PARÁLISIS CEREBRAL INFANTIL
La parálisis cerebral infantil es un trastorno complejo con el que los niños deberán aprender a convivir y, por ello, será fundamental la labor que desarrollen los profesionales de la rehabilitación con los que traten, ya que serán los encargados de promover su independencia e integración social, mejorando su capacidad funcional y previniendo posibles complicaciones.
En este sentido, la atención terapéutica motriz permite maximizar la función activa, facilitar su cuidado y prevenir problemas secundarios, así como posibles dolores, subluxaciones o contracturas; ayudándoles a mejorar su calidad de vida y mantener una buena funcionalidad a través de tratamientos que incluyen fisioterapia y uso de ortesis, toxina botulínica, cirugía ortopédica, terapia ocupacional y logopedia.
“Los niños con parálisis cerebral suelen tener afectaciones para realizar sus desplazamientos y en la comunicación, lo cual puede provocar dificultades a la hora de relacionarse con otros niños. El uso de productos de apoyo a la movilidad como andadores o sillas de ruedas, así como de ayuda a la comunicación, puede disminuir esa limitación, mejorando así la socialización de los niños y con ello su calidad de vida”, concluye Irene Rodríguez.