Hace 11 años sufrí un accidente laboral que me dejó tetrapléjico, desde entonces lucho día a día por adaptarme a la realidad de nuestra sociedad.
Desde los primeros días de mi nueva condición como persona con discapacidad, son muchas las personas que me vienen diciendo que debo luchar por mejorar e integrarme en la sociedad. Algo que me impacta muchísimo, puesto que yo ya estaba incluido en esta sociedad antes de mi accidente y mi nueva condición no iba a segregarme o excluirme para entrar en otra realidad, sino que es la sociedad y entorno la que debe concienciarse y adaptarse para que ninguna persona nos sintamos excluidos.
Y es que las personas con discapacidad estamos continuamente luchando para que la sociedad nos consideren como personas con los mismos derechos y oportunidades, basándonos en nuestro derecho de vida como cualquier otra persona y que no sea discriminado por las condiciones que tengamos.
La discapacidad no está en la persona, está en el entorno. Pues adaptemos el entorno.
Si nuestro entorno fuese accesible, no tendríamos ninguna dificultad para desarrollar nuestro día a día como cualquier otra persona y por tanto no existiría discriminación, ni exclusión. Si las oportunidades socio-laborales se ofrecieran en igualdad de condiciones, podríamos tener un empleo que nos aporte autonomía e independencia económica para valernos por nosotros mismos.
En casos de discapacidad sobrevenidas como la mía, nos choca mucho más la exclusión que tenemos al encontrarnos con nuestra nueva condición. Algo que desconocemos cuándo no la hemos tenido y que soy parte de esa sociedad que por desconocimiento excluimos o segregamos sin darnos cuenta de las consecuencias.
Una sociedad inclusiva es rica en todos los aspectos. Los valores humanos y las capacidades o adaptaciones, son una base importante para la motivación y el rendimiento del resto.
No queremos solidaridad, queremos igualdad de oportunidades y un mundo inclusivo.