Michael Phelps es conocido mundialmente como uno de los mejores nadadores de la historia. Actualmente el mejor, aunque su compatriota Caeleb Dressel amenaza con arrebatarle dicho título en cuanto a medallas en Juegos Olímpicos se refiere.
Phelps también es conocido como el ‘tiburón de Baltimore’, debido a sus increíbles dotes en natación. La primera vez que Phelps participó en unos Juegos Olímpicos fue en el Sidney 2000. El resto ya es historia.
Pero detrás de Michael Phelps hay una historia de superación de un pequeño que tuvo que aprender a convivir con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Un trastorno que fue de gran ayuda parar forjar la figura del hasta ahora mejor nadador en la historia. Una leyenda de los Juegos Olímpicos.
Y es que Michael Phelps ha ganado un total de 28 medallas olímpicas a lo largo de su carrera: 23 medallas de oro, 3 de plata y 2 de bronce. Un auténtico récord.
En Atenas 2004 se alzó con seis medallas de oro y dos bronces. En Pekín 2008 rompió todos los récords y ganó 8 medallas de oro. Es decir, se llevó el oro en todas las pruebas en las que participó. Algo que nadie en la historia había conseguido hasta el momento en natación.
En Londres 2012, fueron cuatro oros y dos platas. Había anunciado que se retiraría tras los Juegos Olímpicos de Londres. Sin embargo, participó en Río de Janeiro 2016, llevándose otra vez más cinco oros y una medalla de plata.
Leyenda de los Juegos Olímpicos
Michael Phelps fue un niño con trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), una afección de salud que dificulta la convivencia con otros niños, la integración en la escuela u otros aspectos cotidianos de la vida.
El propio Michael Phelps cuenta en su libro ‘No Limits: The Will to Succeed’ que tuvo una infancia complicada, debido a diversos factores; tanto físicos como psicológicos. Él mismo se define como un niño con «orejas grandes y escuálido». Además, confiesa que le criticaban mucho.
En otro de sus libros también confiesa que tuvo problemas de atención cuando era solo un niño. Es más, una maestro llegó a decirle a su madre las siguientes palabras: «Su hijo nunca podrá concentrarse en nada».
Michael Phelps confiesa que era muy travieso, debido en parte al TDAH. «Simplemente no me podía quedar quieto, se me hacía difícil enfocarme en una cosa a la vez. Tenía que ser parte de todo».
La natación fue un antes y un después en su vida
A los 7 años, los padres de Michael Phelps se separaron. Entonces, siendo solo un niño entendió que necesitaba algo que atrajera su atención durante mucho tiempo, ya que iba a estar separado de su padre durante largos periodos de tiempo.
Confiesa que al principio no le gustaba nadar. Era algo que Michael Phelps odiaba. «Me estoy refiriendo a gritos, pataletas y puñetazos, y a odiar las gafas de natación», confiesa la leyenda de la natación en los Juegos Olímpicos.
Michael Phelps estaba diagnosticado con TDAH de sexto grado. Sin embargo, comenta que cuando empezó a nadar descubrió su zona de confort. «Podía nadar rápido en la piscina, en parte porque al estar allí mi mente se calmaba. En el agua me sentí en control por primera vez».
En clase no podía permanecer quieto. Sin embargo, podía nadar durante tres horas de forma consecutiva y manteniendo la calma. Esto es algo que también agradecía su madre, ya que cuando terminaba su entreno en la piscina, el pequeño Phelps estaban tan cansado que también se mantenía relajado y tranquilo en casa.
Poco a poco, Michael Phelps fue mejorando en la natación y aprendió prácticas para controlar los síntomas propios del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). El resto es historia. Un gigante eterno de la natación.
Y es que la historia de Phelps es la de un niño con TDAH que encontró en la natación un canal para calmar su hiperactividad y un lugar donde sentirse cómodo. Hasta tal punto que hizo de la natación su pasión y se convirtió en uno de los deportistas más laureados de la historia de los Juegos Olímpicos.