Llegó a España para continuar su formación como logopeda (o fonoaudiólogo como dicen en su país) especializado en población adulta mayor y personas con discapacidad, y más concretamente del envejecimiento de las personas con Síndrome de Down y Espectro del Autismo. Hoy ha presentado su Trabajo Fin de Grado con la máxima nota y ahora, después de unos meses complejos con la pandemia, espera volver a encontrarse con su familia. Desde Salamanca nos concede esta entrevista, Maximiliano Gaete-Espina, fonoaudiólogo y gerontólogo, en estos momentos, estudiante de Máster en Trastornos de la Comunicación: Neurociencia de la Audición y el Lenguaje.
¿Alguna vivencia personal te hizo decantarte por el estudio de la vejez y sus patologías?
Creo que uno de los aspectos importantes cuando hablamos de etapas avanzadas del curso de vida es que muchos de nosotros, sino todos, viviremos esta vejez o tendremos una experiencia significativa con ella de la mano de una persona cercana. En mi caso, la experiencia como cuidador junto a mi abuela (Juanita) fue determinante al momento de tomar este camino en mi trabajo como fonoaudiólogo (logopeda) pero con una tendencia muy natural y llena, también, de casualidades.
Y esta experiencia cercana con la vejez junto a mi abuela fue, prácticamente, caminar sobre un pavimento de mosaico con sus blancos y negros. Este amor inmenso se mezclaba con mi ignorancia sobre el acto mismo de ser cuidador, con mis frustraciones y el sinfín de bemoles emocionales que uno experimenta en este proceso. En los últimos años de vida, ella presentó un trastorno neurocognitivo mayor (demencia) siendo todo un desafío familiar. Juanita falleció a los 100 años.
Este tipo de fenomenologías personales son las que van direccionando, en cierto modo, las decisiones y van trazando rutas en los contextos donde uno trabaja. La experiencia con mi abuela me hizo reconocer el verdadero valor que tienen la comunicación, el lenguaje y la cognición en su amplio espectro al momento de mantener nuestra identidad personal durante todo el curso de vida. Y más aún, reconocer el valor trascendente que tiene abordar estos dominios en los procesos de acompañamiento terapéutico, en este caso, junto a las personas mayores bajo este concepto de bienestar y calidad de vida.
¿Cuáles son esos trastornos de la comunicación que afectan a algunas personas mayores? ¿Se pueden prevenir?
Esta es una pregunta muy interesante ya que permite aclarar de inmediato un estereotipo muy común en la sociedad, sobre todo en este ejercicio diario de reconocer y derribar nuestras visiones edadistas. Avanzar en el curso de vida no es un peregrinaje donde se van recogiendo patologías en el camino, ni tampoco superar los 60 o 65 años es sinónimo de menos memoria o menos lenguaje.
Lo que sí se sabe gracias a la creciente evidencia científica es que en la vejez los trastornos cognitivos y de la comunicación están asociados en muchos casos a una condición de salud de base, sobre todo por causas neurovasculares, traumatismos, causas neurodegenerativas o ligadas a estilos de vida. Acá podemos ver desde problemas de la audición (hipoacusias), dificultades en la calidad de la voz o el habla, problemas al comprender o expresarse a través del lenguaje y que en muchos casos se presenta junto con dificultades en la lectura, escritura y calculo. La verdad es que el listado de “patologías” puede ser bastante extenso. Sin embargo, lo que lectoras y lectores tienen que tener claro es que existen profesionales formados para acompañar los procesos terapéuticos en casos en que las personas mayores tengan necesidades de apoyo para la comunicación: LOGOPEDAS
Ahora que sabemos que la comunicación y el lenguaje dependen de nuestro estado de salud general, la recomendación más sencilla, accesible y que puede llevarse en marcha desde mucho antes de alcanzar edades avanzadas, es prestar mucha atención y atender a los factores bioconductuales. Es un concepto de aquellos que suenan muy técnicos, pero que representa básicamente:
- Mantener una actividad social y vínculos de manera permanente (con la pandemia, el aislamiento es un reto enorme, pero mantener el contacto es clave).
- Realizar actividades que nos movilicen y generen un desafío cognitivo de acuerdo con nuestras preferencias (si te gusta la cocina prueba con nuevas recetas; si te gusta el ejercicio físico planifica nuevas rutas al correr; si te gusta la música aprende nuevos instrumentos, etc).
- Tener actividad física y una alimentación saludable.
Considerando estos tres puntos (o factores bioconductuales) en el día a día se marcará una diferencia importante en la calidad de vida, sobre todo en etapas avanzadas del curso de vida. Personalmente, mis desafíos más grandes están relacionados con el tercer punto y sus beneficios para la cognición. Sé que tengo que hacer un cambio urgente en mi estilo de vida.
¿Nos podrías detallar en qué consistieron los programas de envejecimiento activo para personas con discapacidad intelectual de los que fuiste gestor?
Aquella fue una de las ideas y desafíos profesionales más importantes en mi (todavía) corta carrera laboral, pero con la que se han abierto varios caminos de desarrollo y crecimiento profesional e individual. Haciendo un poco de historia, por el 2014, junto a la psicóloga Patricia González-Salvo y la educadora diferencial Carolina Carrasco-Tobar, analizamos y reconocimos que en la organización donde trabajábamos en aquel entonces participaban dentro de talleres laborales muchos usuarios en situación de discapacidad intelectual (principalmente personas con síndrome de Down y del espectro del autismo) que comenzaban a evidenciar necesidades de apoyo más bien desde el ámbito de la geronto-geriatría, o sea, apoyos específicos para acompañar su proceso de envejecimiento.
Yo estaba recién egresado de mis estudios de fonoaudiología en Chile y mi formación en el área de la gerontología estaba empezando. Junto a mis colegas (hoy en día grandes amigas) comenzamos desde cero proyectando una iniciativa institucional basándonos en las lecturas iniciales y grandes reflexiones que tuvimos sobre los trabajos de Miguel Ángel Verdugo, Patricia Navas, Gonzalo Berzosa, Jesús Flórez entre otros referentes de aquí de España y también los muchos trabajos de investigación desde la AAIDD (Asociación Americana de Discapacidades Intelectuales y del Desarrollo …) y del norte de Europa con trabajos de Andre Strydom. Literalmente nos “quemamos las pestañas” estudiando para plantear una iniciativa.
En pocas palabras, este Programa de Envejecimiento Activo para personas adultas y mayores en situación de Discapacidad Intelectual fue una iniciativa pionera en Chile orientada a los sistemas de apoyo gerontológicos a nivel cognitivo, comunicativo, socio-emocional y para la vida diaria basados en el modelo de calidad de vida de Verdugo y Schalock y tomando, también, aspectos de la planificación centrada en la persona y enfoque de derechos. Los retos más grandes fueron ir superando las visiones más “conservadoras” sobre todo en un contexto que venía de una tradición de “escuela especial” muy marcado. Sin embargo, los desafíos son eso, cultivar una idea nueva y fresca en lo que se pensaba que era un terreno yermo. Hoy vemos que también la evidencias y estudios van, precisamente, en esa línea de contar con herramientas y estrategias para acompañar los planes y decisiones de vida de las personas con discapacidad intelectual que envejecen y viven su vejez.
Actualmente te encuentras en Salamanca continuando tu formación académica, ¿qué viniste a estudiar a España?
Si, viajé desde Santiago de Chile para cursar el Máster en Trastornos de la Comunicación: Neurociencia de la Audición y el Lenguaje en la Universidad de Salamanca. Un programa de estudios increíble porque te invita a reconocer y reflexionar sobre la complejidad del fenómeno comunicativo desde las bases de la neurociencia cognitiva. Con todo esto de la pandemia, los últimos meses fueron muy duros, pero junto con mis compañeres logramos llevarlo bien.
De hecho, gracias al Programa de Envejecimiento conocí Salamanca y la Universidad, cuando presentamos los primeros resultados en una de las Jornadas de Investigación del INICO (Instituto universitario de integración a la comunidad) el año 2015.
¡Estar acá junto a mi esposa es un sueño hecho realidad!
Para aquellos que no conocen tu profesión como fonoaudiologo/logopeda, ¿ a qué os dedicáis?
La verdad es que es una disciplina que tiene una riqueza enorme de conocimientos y perspectivas de intervención sobre las áreas de la comunicación, el lenguaje, audición, voz, motricidad orofacial, habla y deglución. Sobre todo, hoy en día, en el contexto de pandemia por COVID-19 se ha visibilizado la radical importancia, por ejemplo, de contar en el ámbito sanitario con profesionales de la logopedia y fonoaudiología por los trastornos de la deglución, esta capacidad tan cotidiana pero compleja de llevar el alimento desde la boca hacia la faringe, el esófago y finalmente el estómago.
Y no solo trabajamos en el campo de las patologías de la comunicación. Nuestro rol es fundamental también en la habilitación, rehabilitación, acompañamiento terapéutico y calidad de vida de personas que muestran necesidades de apoyo comunicativo durante todo el curso de vida. A mi me gusta definirnos como “gestores de calidad de vida” porque la comunicación y el lenguaje son claves en todos los dominios del bienestar. Eso lo he podido comprobar también, por ejemplo, en mi trabajo con personas con condiciones diversas del neurodesarrollo o personas mayores con trastornos neurocognitivos.
Para mí, la logopedia o fonoaudiología es de esas disciplinas que son claves. Una organización o institución educativa, sanitaria, de apoyos a la diversidad o cualquiera que plantee como eje la “salud y calidad de vida de los usuarios” debe contar con logopedas, básicamente porque su actuación es irremplazable por otro profesional, y desde un enfoque de derechos el acto comunicativo es un derecho irrenunciable.
¿Qué mundo te gustaría dejarles a las próximas generaciones tras tu paso por esta vida? ¿Crees que la promoción de un envejecimiento activo y saludable es tu propósito vital?
Pensar en este tipo de cosas realmente me remecen. Da una especie de temor y temblor al reflexionar y pensar en lo trascendente. Permíteme no responder ahora esta pregunta y seguir examinando mi conciencia. Llevo dos días pensando en esto y aún no logro quedar conforme con alguna respuesta y difícilmente lo logre… ¡realmente esto remece! Sin embargo, aportar con una mirada que represente un puente entre la gerontología mas “tradicional” y el envejecimiento en personas con discapacidad intelectual es una de mis metas profesionales y por la que he trabajado sistemáticamente desde los últimos años.
Por último, ¿cuándo volverás a Chile? ¿Qué les dirás a tus compatriotas de esta experiencia estudiando en Salamanca?
Si todo fluye por buen río volveremos en septiembre de este año con una maleta menos de ropa, pero ahora llena de sueños y proyectos de familia.
Creo que esta etapa de estudiar fuera de Chile, y como toda experiencia de vida, te hace cruzar un umbral hacia algo nuevo. Tuve tiempo de aprender y adquirir conocimientos sobre neurociencia y cognición muy valiosos y con grandes docentes y amigos, pero también pude reflexionar, definir y madurar muchas ideas sobre mi ejercicio profesional. Reconocer desde dónde uno se sitúa para trabajar, sobre todo junto a personas con grandes necesidades de apoyo comunicativo y cognitivo, es fundamental.
Salamanca es una ciudad increíble como patrimonio y donde se vive con buena calidad de vida. Una universidad con 800 años de historia es un contexto privilegiado que hay que aprovechar con todo. Finalmente, a mis compatriotas agradecerles la valentía por la lucha por un país más justo (#apruebo).