Los rituales de Fin de año son de los más arraigados de nuestro país. Usar ropa interior roja, beber cava con un anillo de oro dentro y por supuesto, las uvas. Aunque no está claro el origen de esta tradición, lo cierto es que elegimos la uva como producto para comer en Nochevieja por ser una fruta que la burguesía francesa consumía como símbolo de fortuna. Por ello, el significado de esta tradición es traer la suerte para cada uno de los meses del año.
Por este motivo, cada 31 de diciembre, tras una copiosa cena con familia y amigos, al dar las 12 de la noche, nos conectamos a la televisión para unirnos a este ritual de las 12 uvas. 12 uvas, junto a 12 campanadas, a las 12 de la noche y listo. Así damos la bienvenida a un nuevo año que cargamos de propósitos y buenos deseos. Un momento que sentimos como una nueva oportunidad para cumplir con las metas fijadas para los próximos 365 días.
Y aunque es un rito que repetimos cada Nochevieja, debemos tomar algunas precauciones. Entre ellas, procurar que las uvas no sean muy grandes para comerlas con facilidad. Además, facilitamos la tarea sin le retiramos antes las pepitas y la piel, pues con las prisas, podría provocarnos algún disgusto. A pesar de ser una tradición, ¿Debemos cumplir todos con ella? La respuesta es que no. Pues por encima de desear la buena fortuna sin fundamento, debe estar la salud.
No le des uvas en Nochevieja a los menores de cinco años
Desde pequeños, crecemos viendo como cada año terminamos el año de la misma manera: En torno a nuestra familia y amigos, conectados a la tele y comiendo 12 uvas a las 12 de la noche. Un recuerdo que se queda con cariño en nuestra memoria y al que vamos sumando bonitas vivencias años tras año. Un momento mágico, del que sin embargo, debemos prevenir a los más pequeños si no queremos tener algún disgusto. Y no lo decimos solo nosotros.
La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) recuerda que los niños menores de cinco años no deben comer las uvas en Nochevieja por el riesgo de atragantamiento o asfixia. Los más pequeños no tienen la capacidad de ingerir este tipo de alimentos a tanta velocidad. Además, que toda la familia esté en la misma tarea, puede provocar que estemos menos pendiente para auxiliar al menor si fuese necesario.
No hay que olvidar que las uvas por su tamaño, su piel resbaladiza y el zumo de su interior, pueden provocar que se traguen sin masticar y generen un taponamiento de las vías aéreas, impidiendo al niño respirar. Por este motivo, los profesionales sanitarios recomiendan que los menores de cinco años no las tomen, y que aún siendo algo mayores, se las coman sin piel, pepitas y partidas en trozos de forma longitudinal.
Además, son muchas las ocasiones en las que se cambian las 12 piezas de esta fruta por otro tipo de productos. Estos suelen ser frutos secos o pequeños bombones de chocolate. Unas opciones que sin duda, pueden ser aún más peligrosas al ser productos más duros y secos que desprenden trozos que al morderse, pueden obstruir las vías respiratorias.