Una enfermera tiene mucho que decir sobre lesión medular. Su rol en la atención hospitalaria resulta clave para la recuperación y bienestar, tanto físico como emocional, de las personas con esta discapacidad adquirida.
Elena Hernández (1979, L’Hospitalet de Llobregat) es enfermera en el Institut Guttmann, donde se ha dedicado más de 2 décadas a la asistencia médica de estos pacientes. Hernández ha tenido muy de cerca la realidad de la discapacidad desde hace años.
A raíz del accidente de un familiar suyo, que adquirió una paraplejia con 16 años, conoció de primera mano la importancia de la sensibilización y la atención a la lesión medular. Obtuvo la diplomatura en Enfermería mientras trabajaba como auxiliar en el Institut. En El Día Internacional de su gremio, Comunica ASPAYM conversa con ella sobre la labor de su gremio, la importancia del trato humano y el margen de mejora en protocolos y formaciones educativas.
¿Cómo conviven la práctica diaria y la formación específica hacia la atención a personas con lesión medular?
Como profesional, cuento con un un posgrado en neurorehabilitación. La experiencia día a día está muy bien, pero un posgrado permite adquirir conocimientos especializados. Es algo que completa tu CV. La pena es que las universidades no incluyen un plan formativo en lesión medular. Sí se alude a ella en algún momento en Neurología, pero no se habla de discapacidad, prevención, integración… Es algo que, para dedicarte a ello, te tiene que llamar por la parte humana, y yo siempre revindico que en los planes educativos hay que pensar en estos casos específicos.
En tu caso particular, ¿cómo adquiriste los conocimientos y las destrezas necesarias para atender la lesión medular?
Mediante la práctica diaria. Hay una especie de conocimiento tácito que se adquiere ‘in situ’, tratando con los pacientes, día a día. No hay que olvidar que son personas capacitadas para contar su experiencia y necesidades. Más adelante, en mi carrera, pasé 10 años en equipo domiciliario y eso ayuda a ampliar la visión: fuera del entorno hospitalario, las cosas cambian.
¿En qué sentido?
Allí toca lidiar más a menudo con las complicaciones propias derivadas de la lesión medular: problemas cutáneos, la vejiga, el intestino. También se necesitan más recursos para educar a la asistencia en casa; por suerte nosotros a día de hoy podemos continuar ofreciendo soporte a las personas en su domicilio.
«A veces curamos más con las palabras que con las manos»
¿Qué caracteriza, por su parte, a la atención hospitalaria?
En los hospitales tendemos a ir un poco ‘a piñón’. Por ejemplo, con el tema de la evacuación o con las duchas, se suele ayudar a una hora concreta. Sería mejor preguntar a los pacientes cuándo tienen ellos marcadas sus propias pautas. Hemos de acostumbrarnos a no tener razón en todo siempre, y asumir que podemos equivocarnos. Tenemos que contar con las personas, encontrar un equilibrio entre la evidencia científica y sus preferencias. No fijarnos solo en los protocolos.
¿Ir más allá?
Exacto. Por ejemplo, el tema del cateterismo. ¿Es siempre la mejor técnica? ¿Damos por hecho que la mujer o el marido serán capaces de ser responsables para la atención a la persona con discapacidad?
Hemos hablado del apoyo técnico de la enfermería. ¿Qué hay del emocional?
Es imposible ser buen profesional si no desarrollas la parte humana. Cada vez tenemos más carga de trabajo en los hospitales, esto te lo dirá cualquier enfermero o enfermera. Sin embargo, el apoyo emocional es de una importancia de tal magnitud que, sin él, directamente no se podría trabajar con estas personas. Una anécdota que cuento a menudo: yo me encontraba al comienzo de mi carrera cuando, en una ocasión, me senté en una cama a conversar con un paciente. Entonces el director pasó y me vio «sin hacer nada». Me puse muy nerviosa, pero en el control me aseguraron que lo que hacía era también muy importante. A veces curamos más con las palabras que con las manos.
¿Qué consejos darías al resto de enfermeros y enfermeras en la atención a personas con lesión medular y otras discapacidades físicas?
Que se esfuercen por hacer compañía, escuchar, que puedan ayudar. Es mejor eso: que la parte emocional esté siempre ahí. Pero lo fundamental es aprender a comunicarse con respeto y cariño.