Javier del Monte nace en Guadalajara en 1976. Es arquitecto y trabaja, siempre en equipo, desde hace 20 años con MMN Arquitectos. En 2012 funda la asociación Jubilares. Y en 2016, junto a Cristina Suárez, crea Valonia Sociedad y Tecnología S.L. desde donde colabora con el proyecto miPlaza, para el fomento de la vida colaborativa en los barrios.
Ha participado de forma muy activa en diversos grupos de trabajo, comisiones y asociaciones y no fue hasta ya bien madurito que aprendió aspectos de psicología de grupos y metodologías de trabajo colaborativo que quizá podían haberle ahorrado algunos disgustos.
Para aquellos que aún no conozcan de la existencia del Cohousing, ¿podrías introducirles en este concepto?
El cohousing o «vivienda colaborativa», es un tipo de comunidad intencional, es decir, un tipo de vivienda con una clara intención de vida comunitaria, autopromovida, autogestionada, codiseñada de forma participativa. Suele contar con entre 15 y 30 unidades residenciales de uso privativo, mientras que las zonas comunes son consideradas por sus residentes como extensión de su propio hogar. Se suelen constituir como cooperativas donde existe un buen equilibrio entre vida individual y comunitaria. La clave de todo es el proceso de desarrollo que pasa por crear primeramente la comunidad y luego el edificio. No es un modelo inmobiliario, sino de estilo de vida.
¿Qué beneficios tienen estas vivencias convivenciales?
Son entornos que ofrecen una importante red de apoyo social, espacios de cuidado que favorecen la autonomía personal porque permiten, gracias precisamente a la existencia de esa comunidad, el desarrollo del proyecto de vida según tus preferencias. Existe (porque el grupo lo trabaja, y mucho) un respeto por las necesidades de vecinos y vecinas, y un cierto compromiso de cocuidado mutuo, que no quiere decir hacer grandes gestos ni un determinado tipo de voluntariado sino que al menos incluye apoyo, inclusión, escucha, acompañamiento…
Imagínate los beneficios, en cuanto a bienestar y calidad de vida, de vivir en un espacio donde cuentas con un sentimiento de pertenencia porque no solo has diseñado el entorno tú mismo sino que has elegido a tus compañeros de viaje, donde puedes seguir aprendiendo, donde puedes encontrar fácilmente soporte emocional, etc. Son lugares donde además suele haber un compromiso por el medio ambiente y por la inclusión en un entorno más amplio (el barrio, el municipio…), así que suelen beneficiarse también en cierta medida las personas que viven en un entorno próximo a las comunidades de cohousing.
Para conocer más, ¿qué libros nos aconsejas leer y consultar?
Si hablamos de literatura en español, nuestra asociación Jubilares tradujo el clásico Manual del Senior Cohousing, de Charles Durrett. Es una guía útil que describe pormenorizadamente la habitual metodología participativa a través de numerosos ejemplos desde las primeras iniciativas en Dinamarca a varios ejemplos en EE.UU… La edición de 2015 en español incluye un par de capítulos dedicados al contexto en nuestro país, y el modelo de atención, integral y centrada en la persona, que creemos coherente con el Cohousing como modelo de vivienda «para toda la vida». Profundizando en esto último está el libro que escribí y editó la Fundación Pilares, «Cohousing: modelo colaborativo y capacitante para un envejecimiento feliz”.
Otro libro que recomendamos mucho y que aporta muchas claves para la creación y fortalecimiento de la comunidad es «Crear una vida juntos», de Diane Leafe. Y «Habitar en comunidad», de Lacol y Ciutat Invisible, o «Arquitecturas del cuidado» de Irati Mogollón y Ana Fernández… Como ves, ya hay bastante que leer en nuestra lengua.
Podríamos entender que en los diseños de estas viviendas comunitarias están integrados los criterios de diseño universal y accesibilidad, ¿es así?
No siempre fue así en los diseños iniciales ni en muchos de los que conocemos en el extranjero, ni siquiera en las comunidades «senior», donde a menudo existían incluso importantes barreras arquitectónicas. Pero hoy en día, al menos en España, ya sí que existe una conciencia entre las personas que autopromueven sus cooperativas de habrán de ser viviendas para toda la vida, y por tanto, han de proyectar desde principios de diseño universal, también para una continuidad de los cuidados a lo largo de la vida. Las normas de accesibilidad tanto estatales como autonómicas ya son una importante ayuda, aunque sigue siendo muy necesario insistir en la consideración de criterios de accesibilidad sensorial y sobre todo cognitiva.
¿Existen Cohousing con especial interés en ser espacios para la inclusión de la discapacidad? ¿Dónde se encuentran?
Por su carácter inclusivo el modelo de cohousing parece idóneo para abordar una diversidad de necesidades de todo tipo. Piensa que la discapacidad hoy ya no la definimos como deficiencias corporales, sino como situaciones que implican también limitaciones en las actividades de la vida diaria y restricciones a la participación. ¡Pero es que en el cohousing tanto el entorno físico como las actividades las diseñan las propias personas residentes, fomentando absolutamente la participación! El cohousing se caracteriza en buena medida por una cultura de consenso, que indague para lograr soluciones que satifagan las necesidades de los cooperativistas. Eliminar dificultades para la realización de actividades es el primer paso, por ello no supone un reto excesivo abordar cuestiones relativas a la discapacidad física o sensorial.
Entre las comunidades que forman parte o apoya la asociación Jubilares existen varias que expresamente han expresado su interés en ofrecer una alternativa viable a personas con discapacidad intelectual. Y en cualquier caso todas las denominadas «senior» o viviendas para toda la vida también incluyen en su diseño soluciones para todo tipo de situaciones de deterioro cognitivo, demencias, etc.
Es decir, no conozco cohousing «para personas en situación de discapacidad» como tal; si acaso, con intención de incluir especialmente (pero nunca de forma exclusiva) a personas que comparten una determinada preocupación o interés. Creo que lo contrario supondría una segregación incoherente con el carácter abierto e inclusivo de las viviendas colaborativas.
¿Tienes algún vinculo profesional o personal con el asociacionismo de la discapacidad?
Hace muchos años fui voluntario en ASPACEM. Recuerdo que una de las cosas que más me impresionaron fueron los sistemas de comunicación alternativa. Me gusta estar al día acerca de las continuas innovaciones en el mundo de la accesibilidad.
La inclusión es uno de los principios rectores de nuestro trabajo del estudio de arquitectura (MMN Arquitectos) y por ello procuramos que nuestros edificios sean mucho más que meramente accesibles. Para el nuevo edificio de Juzgados de Plasencia procuramos un sello de Accesibilidad Universal de AENOR. Recientemente en la Rehabilitación del Antiguo Banco de España de San Sebastián hemos obtenido la certificación AIS (antiguo DIGA) por parte de la Fundación para la Accesibilidad y Responsabilidad Social. En 2019 colaboramos con el CERMI para la adaptación de un edificio de juzgados en Madrid…
En Jubilares hemos colaborado así como participado en publicaciones, jornadas, etc., con un buen número de organizaciones centradas en el ámbito de la diversidad funcional. Una de las experiencias fue muy bonita, durante un par de años nos unimos varias personas y entidades en torno a un grupo de trabajo abierto del Medialab Prado y creamos una iniciativa, «Capacita Madrid», para la cocreación de proyectos de innovación social por parte de personas con discapacidad. Ahí contactamos y colaboraron muchas asociaciones…
También he participado en jornadas invitado por CEAPAT, ASEPAU, el departamento de accesibilidad del IETcc-CSIC, etc, un curso de Turismo Accesible e Inclusivo en la Universidad Carlos III, etc. Mi vinculación ha sido por tanto mucho más con asociaciones u organismos que trabajan en la accesibilidad desde un punto de vista técnico.
¿Qué puede aprender la sociedad en general de las experiencias de estas convivencia diaria con la diversidad, en toda su dimensión?
Sin duda el principal aprendizaje para mí es el del reconocimiento, desde la intensa convivencia y el trabajo compartido, de las necesidades (entendidas como preferencias o proyectos de vida) y capacidades de todas las personas independientemente de su edad, sexo, posible situación de discapacidad, nivel de estudios, etc. Seguramente todos suscribiríamos al menos teóricamente lo que acabo de decir, y no reconoceríamos que contamos con enormes prejuicios. Podemos aprender mucho del trabajo comunitario que realizan los grupos que viven en cohousing desde la cultura del consenso y la creencia en el poder de la inteligencia colectiva, la escucha empática, etc. Se trata de entornos donde existe ese reconocimiento y ese respeto, y a medida que el grupo cuenta con más recursos para el trabajo cooperativo, todas las ideas son bienvenidas, todas las personas aportan y las soluciones creadas de forma colectiva son mucho más eficaces y eficientes que las que podría aportar una sola persona, incluso la «experta» en el tema que se esté abordando.
¿En qué consiste tu labor en la Asociación Jubilares?
Yo soy uno de los fundadores, junto con otras cinco personas que incialmente creamos la asociación. Ahora ya somos más de 40 personas físicas y jurídicas que representamos a unas 350 personas socias. Mi labor, muy estrechamente ligada a la de otras socias de Jubilares, es muy variada: como secretario de la asociación cumplo algunas labores administrativas, tareas de coordinación de equipos y comunicación. También investigo y publico lo que puedo (siempre estamos aprendiendo) y trabajo como facilitador de grupos en algunos casos. En los últimos años soy el representante de Jubilares en el grupo de trabajo de la red española de Ciudades y Comunidades Amigables con las Personas Mayores, que en nuestro país lidera IMSERSO y CEAPAT, y en torno a esa actividad he estado muy involucrado en los diagnósticos participativos y planes de acción de varias ciudades de tamaño medio.
Últimamente, en paralelo al trabajo que hace sobre todo Miguel Ángel Mira, presidente de Jubilares, estamos participando en muchas jornadas, congresos y foros de todo tipo para dar a conocer no solo el modelo de cohousing sino muchas de las claves que creemos necesarias para la transformación del entorno tanto desde un punto de vista físico como social, principalmente desde la participación de las personas mayores.
Como arquitecto y gerontólogo, ¿qué debe tener un Cohousing para ser un proyecto eficiente y sostenible en el tiempo?
La sostenibilidad (tanto para la persona que vive allí, como para el propio proyecto o grupo) la entendemos en su triple dimensión económica, social y ambiental. Que sea sostenible desde un punto de vista económico supone minimizar los recursos empleados para los objetivos que se pretenden; eso pasa por una buscada austeridad material (los grupos de cohousing desean usar y no tanto tener, quieren compartir, optan por colectivizar en una buena medida…) y en la consideración de recursos humanos valiosos dentro de la comunidad (si puedo y quiero ayudar en la limpieza, o en la contabilidad, o en la jardinería… ¿para qué contratar a alguien que haga esas tareas?). Cuando hablamos de cuidados a la dependencia, por ejemplo, consideremos que entre el 60-80% del gasto asociado a una demencia es puro acompañamiento; imagínate cómo de eficiente es, desde un punto de vista económico, estar medianamente pendiente entre vecinos y vecinas…
La sostenibilidad ambiental es algo absolutamente reivindicado por todos los grupos que conozco. Especialmente los de personas mayores, que quieren dejar «legado» a otras generaciones, son muy conscientes de que una inversión en sistemas constructivos ecológicos, en instalaciones de alta eficiencia energética, etc. es algo bueno para el planeta, y redundará en un beneficio, también económico (menores consumos energéticos), en las siguientes generaciones de residentes.
Y la sostenibilidad social se logra con un buen aprendizaje, la puesta en práctica correspondiente, de recursos útiles para la vida en comunidad: comunicación no violenta, prevención y gestión de conflictos, un buen sistema de toma de decisiones (fundamentado sobre todo en el consenso), etc. Las reglas de funcionamiento o normas de convivencia podrán variar en el tiempo pero los principios y valores sobre los que se sustentan más vale que se definan muy bien al principio. Entonces, aunque existan conflictos (en todo grupo humano existirá), será más fácil abordarlos y mantener el espíritu colaborativo inicial de la comunidad.
Desde un punto de vista arquitectónico, me quedo con tres criterios de diseño que me parecen importantísimos desde el punto de vista de la sostenibilidad: 1) versatilidad y flexibilidad espacial, 2) arquitectura accesible pero también adaptable a los cambios diversos, 3) conexión con el entorno próximo para crear comunidad más allá de los muros del centro. Podría contarte mucho más sobre esto, pero si quieres lo dejamos para otra entrevista…
¿Te ves viviendo en tu vejez en un Senior Cohousing?
Sin duda. Es algo que venimos hablando mi mujer y yo desde hace tiempo y lo tenemos claro. Habría sido bonito que nuestros hijos hubieran crecido ya en un entorno así, pero ahora que se van haciendo mayores seguramente nos esperaremos a que salgan del nido. Me encantaría vivir mis últimos años compartiendo planes de vida, aprendiendo y creando más proyectos, incluidos en un grupo en el que exista una verdadera buena vecindad.
¿Qué futuro le ves a estas experiencias?
No es que crea que serán habituales en el futuro sino que sin duda creo que «son» el futuro. Aunque tengo mucha fe obviamente en el modelo de cohousing o de jubilar, también quiero un amplio abanico de posibilidades en modelos residenciales y de estilos de vida. Creo, como te comentaba antes, que hay mucho que podemos aprender del cohousing y aplicar a otros ámbitos, principalmente en lo que se refiere a los procesos de diseño participativo, la fundamentación en valores como la autonomía personal, la integralidad, la continuidad de los cuidados, la dignidad, sostenibildad, etc. Otras políticas sociales o de desarrollo urbano o rural pienso que deben cimentarse también en este tipo de derechos y replicar o escalar las metodologías participativas que nos están enseñando los grupos de personas que apuestan por el cohousing.
¿Algo con lo que quieras acabar esta entrevista?
Mi interés tanto profesional como personal acerca del mundo del envejecimiento y los cuidados me llevó a estudiar primero un curso de especialización en Gerontología Social y otro máster en Gerontología. Me interesan muchas cosas más y tengo más ganas de aprender que tiempo para ello. Ojalá continúe esa tensión hasta el final de mi vida.