Aunque los ciudadanos españoles permanecen confinados en sus casas desde que se decretó el Estado de Alarma el sábado 14 de marzo, no son ajenos a lo que pasa fuera. La televisión, la radio e Internet se convierten estos días en la ventana hacia el mundo exterior, pero hay personas que no conocen cuál es la situación por la dificultad que tienen en el ámbito de la comunicación. Uno de estos colectivos son las personas con sordoceguera.
«El aislamiento es doble»
«Para los sordociegos, esta situación de aislamiento, se suma al aislamiento que ya de por sí tienen», indica a Europa Press Esther Requena, gerente de FOAPS, la Fundación ONCE para la Atención a Personas con Sordoceguera. «El aislamiento es doble», añade.
La entidad tiene en marcha cerca de 500 programas para atender a este colectivo en toda España a través de mediadoras, que acuden allí donde están sus usuarios para poder comunicarse con ellos y atenderles. «Pero todo está interrumpido», lamenta.
Y es que, según señala Requena, si bien hay personas con más independencia, también tienen casos de personas que «no entienden lo que está pasando», así como por qué no va a visitarles la mediadora, que es básicamente la persona con la que se comunican, ya que el día a día de estas trabajadoras se basa en la atención directa y en el contacto. «Las personas sordociegas no tienen un nivel de comprensión como el nuestro», recuerda Requena, que dice que en algunos casos tienen que explicar la situación «como a los niños».
Desde que se decretó el Estado de Alarma en España, estas mediadoras no pueden hacer visitas a sus usuarios, algunos de ellos en residencias de ancianos, otros en centros de día y otros en centros de educación especial. Tampoco pueden ir a sus casas.
Por eso, solo queda comunicarse a distancia. Pero no es tan fácil. «Intentamos mantener contacto con quien es posible», confiesa Requena. En los casos de personas con algo de visión u oído, se pueden comunicar por WhatsApp, correo electrónico o videoconferencia (donde se comunican mediante lengua de signos). «Pero si la sordoceguera es congénita, no hay forma de poder comunicarse con ellos», añade. Las personas con sordoceguera total utilizan para comunicarse el sistema dactilológico, un sistema auxiliar de la lengua de signos que se transmite mediante el contacto con las manos.
«En la distancia estamos haciendo lo que podemos», insiste Requena, por lo que su trabajo ahora se centra muchas veces en dar pautas a los familiares que conviven con personas sordociegas para que así éstos puedan «más o menos manejarse».
A ello se suman los problemas psicológicos derivados de la dificultad para comunicarse, sobre todo para quienes el contacto a través de las manos es la única vía que tienen con el exterior. «Pero cada situación es un mundo», resume Requena.
El caso de Javier García Pajares
Confinado en casa en Madrid y solo, el joven sordociego Javier García Pajares relata su experiencia a Europa Press.
«Creo que he sabido adaptarme muy bien. Llevo 12 días sin pisar la calle, ni siquiera para ir a comprar, y ello porque soy sordociego y me desenvuelvo con ayuda de mis manos, lo que significa que si saliera estaría muy expuesto al coronavirus», comenta este chico, que perdió la audición a los 14 años y la visión a los 16.
Pero su discapacidad no le impide hacer cosas en casa, mientras dura el confinamiento: trabajar, hacer deporte, meditar, hablar con familiares y amigos o leer, son algunas de las tareas diarias de este doble graduado en Derecho y Administración y Dirección de Empresas. «Hago lo de siempre, pero desde casa», indica este joven, que ostenta el privilegio de ser el primer estudiante con sordoceguera que se fue de Erasmus.
En su caso, confiesa que lo tiene «fácil» a la hora de comunicarse con familiares o amigos a distancia, ya que asegura que lleva «muchos años tirando de las tecnologías como un sistema alternativo de comunicación». «Prueba de ello es que nunca antes había teletrabajado y de la noche a la mañana me encontraba trabajando desde mi casa con normalidad, comunicándome con mis compañeros de trabajo a través del ordenador con la ayuda de una línea braille (un dispositivo que lee en braille todo lo que aparece en la pantalla del ordenador)», explica.
Si bien admite que también ha explorado otras vías de comunicación. «El otro día estuve probando Skype con mi pareja. Yo me enfoqué con el móvil, de forma que ella me pudiera ver y oír, y al mismo tiempo conecté mi línea braille al móvil y abrí el chat para ir leyendo en braille lo que ella me decía», relata. «Quién lo iba a decir, yo, sordociego y haciendo una videollamada», celebra.
Una de las palabras más usadas en estos momentos es ‘coronavirus’. El término ya ha sido adaptado a lengua de signos, pero ¿qué pasa con los que se comunican a través de las manos?
Javier responde a esto: «Conozco el signo de la palabra coronavirus en lengua de signos, pero todavía no he tenido tiempo de adaptarlo a la palma de mi mano (que es por donde a mí me llega la información)», señala García Pajares, que no obstante aún no sabe si lo hará porque, tal y como dice, no quiere que ‘coronavirus’ sea la palabra más utilizada en su mano.
El contacto también supone un problema en esta situación, dado que las recomendaciones de Sanidad se basan, fundamentalmente, en el confinamiento para evitar el contacto con otras personas y, en caso de tener que salir a la calle, mantener un metro y medio de distancia.
Javier nos cuenta qué medidas ha tomado para seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias: «Yo evito el contacto al máximo. En estos 12 días, únicamente he hablado una vez con una amiga que me trajo la compra y ella venía con guantes y mascarilla, además de que estiramos nuestros brazos para estar lo más distanciados posible. De hecho, las guía-intérpretes que siguen trabajando con personas sordociegas, cubriendo servicios esenciales, están adoptando estas medidas y, cuando las características de la persona sordociega lo permite, recurren a la videollamada».