El testamento es un acto individual, que debe hacerse de manera pensada y reposada. Tanto es así, que el artículo 670 del Código Civil advierte de que este es un acto «personalísimo», que «no podrá dejarse su formación, en todo ni en parte, al arbitrio de un tercero, ni hacerse por medio de comisario o mandatario».
De hecho, al no ser un documento obligatorio de realizar, lo habitual es que la persona que acuda al notario para hacer un testamento, lo haga con un objetivo concreto. Existen dos motivos mayoritarios por los que las personas deciden llevar a cabo este trámite: Para proteger a un hijo con discapacidad o para proteger a la pareja.
Sin embargo, no hace falta una razón tan concreta para decidir otorgar testamento. El simple hecho de organizar tu herencia para cuando no estés y evitar así, conflictos entre familiares, debería bastar para decidir llevarlo a cabo. Este quizás no sea un motivo que muchas personas tengan en cuenta, pero un testamento se antepone a muchos problemas futuros.
Entre otras cosas, la existencia del testamento debe dejar clara la voluntad del causante. Por tanto, los familiares evitarán tener que tomar cierto tipo de decisiones o discutir por estar en desacuerdo. Sin embargo, hay testamentos que no terminan de cumplir estas expectativas y al final, acarrean el mismo tipo de problemas de cara a la partición de herencia.
Así es como debe ser el testamento perfecto
A la hora de realizar un testamento, hay varias cuestiones que el testador debe tener en cuenta. En primer lugar, conocer la legislación vigente sobre sucesiones. De este modo, podrá plantearse de una forma real, cómo debe ser el reparto de la herencia y qué normas debe respetar. Una vez tenga esto claro, debe decidir de qué forma quiere hacer este reparto y quienes serán sus herederos. Finalmente, lo ideal es que acuda a un profesional para que este hecho se materialice de la mejor manera.
Y es que no todo vale. Hay dos aspectos fundamentales para que un testamento sea perfecto y cumpla con su razón de ser. En primer lugar, que esté bien redactado. Que el texto sea claro, concreto y conciso, y no de pie a interpretaciones, evitará confusiones entre los herederos en el futuro. Por tanto, lo importante es redactar un testamento en el que se cumpla la voluntad del testador y evite al máximo los problemas que pueda haber entre los herederos.
Por otra parte, el testamento será más perfecto cuanto más individualización exista en el reparto de bienes. Esto quiere decir, que determine qué parte de la herencia se adjudican a cada heredero y que además, el reparto respete escrupulosamente las legítimas. En este caso, lo ideal es hacer un testamento de legados. ¿Cómo? Describiendo en el documento qué bien concreto deja a cada heredero.
Haciendo un testamento de legados, ni interviene las valoraciones de bienes, ni existen bienes en copropiedad entre varios herederos, por tanto, las posibilidades de discusiones a la hora del reparto son prácticamente nulas. De no ser así, el testador también puede determinar que se adjudique un determinado bien a un heredero y que este compense por ello económicamente al resto.
No dejar nada al azar
La idea fundamental es que el testamento será más perfecto, cuanto mejor consiga la finalidad que pretende el testador. Es decir, plasme su objetivo. Si el fin es evitar problemas, la individualización en la adjudicación de bienes es lo más importante. Pues si a los herederos se le adjudican bienes independientes, sin que compartan nada en copropiedad y sin que tengan que hacerse compensaciones económicas, las posibilidades de peleas serán menores.
¿Qué pasa si no se puede llevar a cabo dicha opción? Si no hay otra forma de hacerlo y el testador se ve obligado a adjudicar un bien de forma conjunta a varios herederos, este puede determinar que se lo adjudique a uno de los herederos y que se compense en función de la valoración de un profesional competente. También podría indicar, que si no hay acuerdo entre los herederos, se proceda a la venta del bien y reparto del dinero.