Ahora díganle que no puede: historia de un héroe sin capa

Jose Manuel Candon Ballestero junto a dos usuarios de silla de ruedas

Desde que naciste eres un campeón, José Manuel. Ya entonces obligaste a tu padre, un humilde operario de maquinaria, a llevar a tu madre a todo gas desde Medina Sidonia hasta Cádiz, tal era tu prisa por nacer. Tu infancia no fue distinta a la de los que somos de tu generación, sin móviles ni tabletas ni Pokémon, montado en tu motoreta amarilla —que luego pintaste de verde— junto a tus amigos, bajando a lo loco desde lo más alto de tu pueblo.

Pasaste tus primeros años en la calle Almirante Cervera —¿una premonición de que tu vida estaría marcada desde siempre por la Armada?— y bajo la sombra del castillo del Ducado de Medina Sidonia, hombre ilustre donde los haya que llegó a capitanear la Armada Invencible hace mucho tiempo.

Creciste educado por tu abuelo, guarda en el Campo de la Flora, quien te inculco unos valores que te hicieron ver que querías dedicar su vida al servicio de los ciudadanos. Puede que aquellas botas negras militares o la escopeta de plomillos ‘Gamo’ que te regalaron por Reyes tuvieran algo que ver. Sobre el regazo de tu abuelo, tú vestido con una camiseta de Arconada, escuchabas las historias de la Guerra. Qué lástima que aquel hombre no llegase a verte luciendo estrellas de capitán, pero sí pudo ver tus fotos de soldado.

Ingresaste en Infantería de Marina en 1995, ascendiste a cabo dos años más tarde y te marchaste a la Academia de Suboficiales para poder ser sargento en 2002. Pero no te conformaste: partiste de nuevo, esta vez a la Academia de Oficiales, y saliste de alférez en 2007. Tres años después llegaste a teniente, al empleo por el que todos te conocemos en la actualidad. Nuestro teniente.

Tu afán de superación te llevo a Bosnia Herzegovina en tres ocasiones y también a Albania. Condecorado y felicitado en multitud de ocasiones, fuiste (eres) todo un ejemplo como militar, como superior y como subordinado.

Pero el destino te llevó a realizar el curso de desactivador de explosivos EOD. Y aquí es donde empieza la verdadera historia.

Todo sucedió en un instante, un frío 24 de febrero de 2011 a las 10:05, en el Campo de Maniobras de «El Palancar». Hacías prácticas para realizar una misión humanitaria en Afganistán. La tarea asignada era la desactivación de unas minas. Una fuerte explosión mató a cinco compañeros; sobrevivísteis dos, pero maleridos.

Tenías entonces sólo 35 años de edad y tu vida cambió por completo.

José Manuel durante su recuperacion tras el siniestro con una mina.
José Manuel durante su recuperacion tras el siniestro con una mina.

No puedo hacerme a la idea de tu despertar sin recordar nada, tumbado en una cama del hospital Gómez Ulla de Madrid, sin poder hablar ni comer, intubado por todas partes. No imagino cómo te debiste sentir al pasar de ser un ‘superhombre’ a tener como reto intentar beber agua de una botella sin ayuda. Nada volvería a ser igual.

Porque al perder la vista tuviste que aprender a reconocer a la gente por su tono de voz. Porque después de haber recorrido muchos montes con una mochila de 30 kg a cuestas tuviste que a aprender a caminar de nuevo sin tropezarte. Ya no puedes conducir, ni distinguir fácilmente la sal del azúcar, ni siquiera ayudar a tus hijos a hacer los deberes como antes. Porque fuiste un infante de Marina capaz de nadar en aguas bravas y ahora no puedes ver las olas.

Pasaste casi un año de baja médica y 195 días hospitalizado, sufriste 35 operaciones quirúrgicas. Neurología, Traumatología, Neumología por hundimiento pulmonar y edema, Otorrinolaringología, Oftalmología (pérdida total del ojo derecho y sólo el 15% de la visión ojo izquierdo), Urología, Cirugía plástica y maxilofacial y Psiquiatría. Nada ni nadie ha podido doblegarte. Pocos como tú hacen de sus secuelas su forma de vida, lo que te convierte en todo un ejemplo de superación.

Tus antiguos camaradas te presionaron para que no dejaras de hacer todo lo que te gustaba antes del siniestro. Así, torpe y prácticamente ciego, te volviste a subir a la bicicleta. No a aquella motoreta de dos pedales, sino en un tándem de cuatro. Y comenzaste una aventura que nadie pudo imaginar, algo que seguro tu abuelo José Manuel está viendo más orgulloso que si te hubiese visto de capitán.

Para mí es difícil imaginarme montado en una bicicleta que no controlo, sin ver lo que está pasando alrededor, y tratando de pedalear al mismo ritmo que el compañero que va en el asiento anterior del tándem. Pero tú, para añadir más dificultad a la gesta, quisiste hacerlo por el campo y volver al deporte extremo. Nada ni nadie podía alejarte de aquellos campos que con anterioridad recorrías a pie con tus hermanos de armas.

Ni siquiera te quedaste ahí: te lanzaste además a correr atado con un cordel tu guía. Hagan la prueba y verán que ese cordel será el menor de sus problemas. Cuando una persona lleva 35 años viendo todo lo que le rodea, atarse los cordones de las zapatillas sin mirar ya es bastante complicado. Pero tú quisiste embarrar esas zapatillas en terrenos abruptos e incómodos, a ciegas.

No me puedo hacer a la idea de la dureza de un ‘duatlón’ extremo para una persona con discapacidad visual. Yo soy hijo de un discapacitado y a diario veo lo complicada que es la vida cuando no existen facilidades de acceso, cuando todo son obstáculos o simplemente cuando alguien desconsiderado aparca en un lugar reservado.

Pero tú volviste a exprimir tu capacidad de superación personal, te enfundaste en un traje de neopreno y te iniciaste también en el nado en aguas abiertas. Estaba claro que un infante de Marina no iba a dejar de disfrutar de los encantos del mar. ¿Es que no te cansas? Está claro que estás hecho de otra pasta.

Tu amor por el deporte no podía quedarse en un mero ‘hobbie’ del que disfrutar de vez en cuando. Tú, competidor nato, llevaste tu ansia de triunfo a lo más alto del podio. Y arrancaste tu andadura como atleta discapacitado aunque, y para no variar, nadie te iba a regalar nada y todo serían problemas.

Las distintas federaciones deportivas no contemplaban el tándem discapacitado en sus distintas modalidades y no te dejaban competir. Pero como rendirse para ti no es una opción, a fuerza de insistir una y otra vez conseguías que te dejaran inscribirte en tu primeras carreras.

Para mí, el verdadero logro es comenzar y si encima terminas, mejor. Los que te admiramos te seguimos expectantes cada vez que te lanzas en alguna aventura deportiva.

Jose Manuel Candón

La falta de patrocinadores, la ausencia de ayudas públicas y las dificultades burocráticas parecen minucias. Has representado a su pueblo natal en competiciones andaluzas. También has representado a su Andalucía querida en competiciones nacionales. Y has portado la enseña nacional a lo largo y ancho del mundo. Para ti, héroe sin capa, no hay obstáculo suficientemente grande.

Tus innumerables gestas deportivas te convierten en un ejemplo a seguir:

Ahora díganle que no puede.

Jenner López Escudero, un admirador.

Dos imágenes de Candón, como deportista y como militar
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