Si hablamos de deporte paralímpico en España, Teresa Perales es una de las personas mas referentes. Y es que la nadadora cuenta con 27 medallas en Juegos Paralímpicos. Casi nada. Pero si algo caracteriza a Teresa es la palabra trabajadora y luchadora, ya que siempre ha podido superar todos los problemas que le ha ido poniendo la vida.
Ahora, ha sido nombrada como Doctora Honoris Causa de la UNED, un «tremendo honor» para ella. «No sé si me merezco estar aquí y ser reconocida con este Doctor Honoris Causa, pero lo recibo con tremendo honor, con profundo agradecimiento y quiero compartirlo con todas aquellas personas a las que muchas veces se les juzga sin ninguna razón y no se les da la oportunidad», indicaba Teresa Perales.
Además, aprovechó para lanzar un advertencia, ya que «cuando te han dicho muchas veces no puedes y esto no es para ti, puedes quedar en la tentación de creértelo», por lo que pidió cambiar «la historia» con un mensaje mucho mejor de dirigirse a las personas como «un diamante en bruto». En este sentido, ella agradece la presencia de Ramiro, su «primer entrenador» en la piscina, que le «cambió la vida en aquel momento difícil», cuando se quedó en silla de ruedas.
«Todo en esta vida depende de cómo vemos las cosas»
La vida de Teresa Perales cambió cuando tenía 19 años, que tuvo una neuropatía y «cambió una forma de hacer las cosas de una manera diferente, que no es nada malo, simplemente es un reto. Todo en esta vida depende de cómo vemos las cosas, las aceptamos, las asumimos y las abrazamos».
«Si somos capaces de entender que al final es un regalo se puede convertir en una puerta abierta a un futuro que puede ser una incertidumbre y la incertidumbre al ser humano, por naturaleza, no le gusta porque nos gusta más el confort y la tranquilidad, pero a mí me va más la marcha, aunque hay alguna vez que digo que igual deberíamos tener un poquito más de sosiego», añadía la deportista paralímpica.
Teresa Perales elogió la figura de su padre y su madre, los cuales le «enseñaron muchísimas cosas, sobre todo a disfrutar de la vida», y no ocultó que el fallecimiento de su padre cuando tenía tan sólo 15 años le hizo percatarse «de que la vida es un juego. Por muy difícil que se ponga el camino, y a mí me lo ha puesto y me lo sigue poniendo muy complicado, sigo sin querer rendirme. Esto es quizá uno de los valores que realmente tengo que puede que merezca la pena, las medallas no le veo tanto mérito porque se me ha dado bien», agregó.
«Necesité muchos años para descubrir que llegaría a ser nadadora»
Teresa Perales señalaba que siempre hay que » tener paciencia para reconocer que las personas necesitamos nuestros tiempos y que tenemos la capacidad y las habilidades. Y esa es una de las grandes responsabilidades en instituciones como la universidad, el dar la oportunidad a alumnos que cuando los tienes delante. Siempre digo que el origen no determina el destino, si el mío hubiera tenido que determinar mi destino, no estaría aquí, no habría hecho prácticamente nada».
Por ello, la nadadora destaca el tener la tener la oportunidad de «compartir» su «experiencia» y su «vida», pero no porque la considere «especial» sino porque la ha vivido y la sigue queriendo vivir «con muchas ganas». «Tener una discapacidad sólo es algo que te acompaña, pero que no va más allá», aseveró.
Perales entendió que lo suyo era «romper barreras» cuando logró terminar la carrera y después de haberse «‘enfrentado'» incluso a algún profesor que le dijo que no sabía si sería «capaz de acabarla». Por ello, alabó a la UNED por «permitir que, a través de la distancia, muchas personas tengan la oportunidad de seguir estudiando. «Yo aprendí que nunca es tarde para empezar un nuevo rumbo ni para seguir aprendiendo», destacó.
Finalmente, Teresa Perales dice que necesitó «muchos años para descubrir que llegaría a ser nadadora y que sería tan amante de la vida que parece que nada me pueda parar. Y que por muchas dificultades que pueda encontrar en el camino, pienso seguir adelante. Lo que intento con cada segundo de mi vida solamente es transmitir esperanza, transmitir y contagiar, en la medida de lo posible, un poquito de felicidad».