Las elevadas temperaturas pueden tener efectos negativos en la salud de los mayores. Según la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, las personas de más de 65 años corren un mayor riesgo de sufrir un golpe de calor, ya que con la edad la sensación de calor disminuye y, en consecuencia, la necesidad de protegerse ante ésta. La percepción de la sed también se reduce, causando de este modo la deshidratación, pues disminuye la ingesta de líquidos.
«El propio proceso de envejecimiento conlleva factores de riesgo de deshidratación como la alteración de la percepción de la sensación de sed, que en las personas mayores se activa cuando se producen pérdidas de entre el 1% y el 1,5% de su peso corporal, es decir, cuando el proceso de deshidratación ya ha comenzado», señala Héctor Quevedo, nutricionista de DomusVi.
Asimismo advierte sobre otros factores de riesgo como la alteración de la saciedad, el hecho de tomar distintas medicaciones, el déficit cognitivo, alteraciones gastrointestinales o en la deglución, el estreñimiento, problemas en el aparato renal, infecciones, patologías agudas, la situación de inmovilidad o encamamiento o la soledad no deseada. «Todos son factores de riesgo de que las personas no se hidraten de una forma correcta».
Principales síntomas para detectar la deshidratación
Los principales síntomas y signos de deshidratación se manifiestan en forma de sed intensa, sensación de fatiga, debilidad, malestar, cefaleas y disminución del apetito, aunque varían en función del grado.
Ante una deshidratación leve, aparece sequedad en la boca, disminución en la orina y mayor concentración en la misma, sensación de hormigueo, somnolencia y estreñimiento. Si es moderada, aparecen aumentos de la temperatura corporal, taquicardias, alteraciones en la respiración y mareos.
En los casos más graves, aquellos en los que se pierde entre un 9 y un 11% del peso corporal, se producen espasmos musculares, delirios, fallo renal, bajada de la presión arterial, problemas de equilibrio, lengua hinchada y cianosis, entre otros.
Entre 1,5 y 2 litros al día
Una correcta hidratación redunda en un mejor estado de la salud de las personas mayores, que deben consumir entre 1,5 y 2 litros de agua al día, aumentando esta cantidad en situaciones de calor más extremo. Esta ingesta debe realizarse de manera gradual a lo largo del día, y hacerse en los períodos entre las comidas, limitando el consumo de agua en transcurso de éstas para evitar la sensación de saciedad.
«En los centros de DomusVi realizamos varias rondas de hidratación diarias para asegurar una correcta ingesta de líquidos (desayuno, media mañana, comida, merienda, media tardes y cena). Durante éstas, ofrecemos una gran variedad de bebidas -aguas saborizadas, infusiones, gelatinas, aguas gelificadas, cócteles combinados sin alcohol, bebidas nutritivas, granizados- que son propuestos por nuestros expertos en nutrición», añade Héctor Quevedo.
Una buena alimentación
Consumir alimentos con un alto contenido en agua también ayuda a mantener una correcta hidratación. DomusVi modifica y adapta los menús en la época estival, incluyendo más platos fríos (ensaladas, huevos rellenos…) y frescos con mayor contenido de agua (gazpacho, salmorejo, vichyssoise…) e incorporando una mayor cantidad de frutas de temporada (sandía, melón, nectarinas…). Otra práctica habitual en los centros de la compañía es la de saborizar las bebidas con especias aromáticas como la hierbabuena, la menta o el romero para potenciar su sabor y dar más frescor al agua.
En paralelo, deben evitarse determinadas bebidas y alimentos que estimulan el proceso de deshidratación. Es el caso del alcohol, que aumenta la frecuencia de micción y provoca una pérdida de líquidos excesiva; las bebidas muy azucaradas, que aportan muchos azúcares, pero no proporcionan nutrientes interesantes en la reposición electrolítica; algunas bebidas para deportistas, que pueden contener sustancias diuréticas como la cafeína y la taurina, además de cantidades considerables de azúcar, que pueden provocar mareos, vómitos o diarreas. Y también el café en dosis altas, que tiene un efecto diurético.