El azúcar es como los amigos: cualquiera no nos vale. Hay muchos alimentos en nuestra dieta rica y equilibrada que nos pueden ofrecer su mejor cara, y con ella, sus mejores beneficios a nuestro organismo, y otros no tanto, porque se encargan directamente de ser perjudiciales para nuestro cuerpo. Hemos de ser precavidos con la elección de los azúcares, porque cuando provienen de las frutas son bienvenidos, ¿pero y cuando vienen de otros lugares?
Por ley, la fruta es un alimento vegetal que se incorpora en todas las dietas saludables. Se suele caracterizar por su dulzura, sobre todo, cuando ha madurado correctamente.
Esto se debe a que contiene una gran cantidad de tipos de azúcares, que por si no lo sabías, se llaman fructosa. También tienen, en una menor cantidad, la conocida glucosa.
No se entiende el azúcar sin la una ni la otra, pero debemos prestar atención en especial a la primera, porque es la clave del azúcar para todos los sentidos.
¿Qué es la fructosa?
Como decíamos, y además de la glucosa, la fructosa es un integrante del azúcar blanco, el que conocemos de mesa de toda la vida, y del jarabe de maíz.
Ocurre que ambos edulcorantes se suelen utilizar como ingredientes habituales en la preparación de alimentos procesados, salsas y condimentos.
Los estudios suelen asociar el incremento en el consumo de los productos con una incidencia mayor de las enfermedades metabólicas, como por ejemplo:
- La obesidad
- La diabetes
- El hígado graso
- Los lípidos en la sangre
Respecto a la cantidad del azúcar, debemos señalar que los alimentos que tienen edulcorantes azucarados tienen un mayor consumo de calorías.
En lo que se refiere al consumo de dietas hipercalóricas, pobres en frutas y vegales, ricas en grasa, se ha globalizado, facilitando el crecimiento epidémico de estas patologías.
En cuanto a la calidad, la fructosa se transforma en grasa con una gran facilidad en el hígado. De forma que para una misma cantidad, de fructosa y glucosa, la primera produce más grasa en el hígado.
¿Por qué el azúcar de la fruta sí vale?
A la hora de consumir la fructosa de las frutas, tenemos en cuenta que podemos hacernos con todas las propiedades necesarias para poder tener una dieta rica y equilibrada.
Hablamos de la fibra, los minerales y las vitaminas de las frutas, que con ayuda de nuestra saliva y nuestros jugos digestivos, hacemos que la fructosa llegue al cuerpo lentamente.
Las células intestinales consiguen obtener la fructosa que absorben, de forma que muy poca cantidad llega por la sangre al hígado.
Si por el contrario, tomamos azúcar por medio de un alimento procesado, el hígado lo notará y podríamos tener a la larga obesidad, diabetes o hipercolesterolemia.