Las mujeres discapacitadas se encuentran con una doble discriminación: por ser mujeres y por tener discapacidad. Hablamos con una asistente sexual y una mujer que sufre diversidad funcional.
Sexo y discapacidad: doble tabú. Para las personas con discapacidad, el sexo y la educación sexual siguen siendo un punto ciego. Las personas con diversidad funcional son consideradas asexuales, lisitos por abajo como la Barbie y el Ken , como escribió en su momento Pablo Echenique. La gente se incomoda al ver a las personas con discapacidad expresar su sexualidad, porque la percepción es que no son personas perfectas ni normativas.
Algunas personas afectadas hablan del sinsentido de sentirse incompleto al no poder vivir su sexualidad. Si te ayudan a vestirte, a limpiarte, a las tareas del hogar, en caso de tener asistente personal, ¿por qué no te enseñan o ayudan a practicar sexo? Es necesario que se hable de educación sexual a todos los niveles, y eso incluye hablar de las personas diversas también.
En España viven 2,5 millones de personas con discapacidad, según el Imserso. La realidad es que muchas personas con diversidad funcional tienen que asumir que no van a vivir la sexualidad. De ahí surge la figura del asistente sexual, para ayudar a las personas con discapacidad a vivir una vida plena.
En cuanto a esta figura no existe un quórum. La asistencia sexual, explica Soledad Arnau, con diversidad funcional física de nacimiento y activista del movimiento de vida independiente, es una figura híbrida de la figura laboral de asistente personal y de las figuras laborales que trabajan en torno al sexo. Soledad no cree que haya que fabricar prostitución especial para personas consideradas especiales, por tanto cree que no debe existir una relación sexual entre ambas partes. «Yo no creo que haya que follar con el asistente. Yo no me puedo masturbar por mí misma y lo que necesito es a alguien que me ayude a hacerlo. También a realizar autoerotismo, masturbación, cibersexo. Yo lo que quiero es vivir mi sexualidad». Sigue leyendo…